Tocar sin mirar —ahora lo sé— es una de las claves que ponen en práctica muchos guitarristas que admiro.
Hubo un tiempo que creí (siendo consciente de su importancia) que estaba en el camino de ser uno de ellos aún sin integrarlo en mi manera de tocar.
Sinembrague…
Una vez, alguien muy cercano me dijo algo que no se me ha olvidado desde entonces:
«Tocas muy bien, tío, pero siempre estás mirando la guitarra. No levantas la cabeza. Qué soso. Molaría que miraras al público, a nosotros, como hacen tus compañeros».
No fue con maldad. Pero me tocó.
Y aunque me defendí: «¡Estoy concentrado, esto es difícil!»; por dentro pensaba que algo de razón tenía.
Desde entonces empecé a observarlo más. En mí, en otros músicos, en mis alumnos.
Fui descubriendo que mirar todo el rato no es una ayuda: es una dependencia.
Tocar la guitarra sin mirar no es una proeza de virtuosos. Es un entrenamiento valioso, al alcance de cualquiera que quiera ir más allá de apretar notas.
Aquí van seis razones de peso, cada una con una pregunta que condensa su esencia, para empezar a practicarlo.
Breves, prácticas, reales.
Las desarrollo más a fondo en el vídeo (con ejemplos, preguntas y ejercicios). Pero si lo que quieres es abrir la puerta… este es el pomo.
1. Escuchar más (el oído se despierta cuando los ojos descansan)
Si no puedes tocar sin mirar, probablemente tampoco estás escuchando del todo.
La vista se impone, y lo que oyes se vuelve farragoso.
Cuando levantas la cabeza o cierras los ojos, aparece otra dimensión:
percibes si algo suena impreciso, si las frases no respiran, si estás afinando de verdad o solo acertando el traste.
Intenta reflexionar:
¿Qué crees que te hará mejorar más: ver lo que haces… o escucharlo de verdad?
2. Memoria muscular (el cuerpo tiene memoria, si le dejas)
Tus dedos aprenden antes que tu cabeza.
Pero no lo harán si los vigilas todo el rato como si fueran culpables de algo.
Al dejar de mirar, el cuerpo se orienta. Se adapta.
Y empieza a responder guiado por tus sensaciones, no por tu control visual.
Pasa muchas veces que un alumno tiene problemas con las cejillas: las mira, las aprieta al máximo, hasta marcarse las cuerdas en el dedo, pero no suenan.
En el vídeo cuento lo que pasa con ellas si dejas de mirar…
Ahora piensa:
¿Y si tus dedos supieran tocar… incluso antes que tu lo pienses?
3. Dejar de controlar… y empiezar a fluir
Cuando dejas de mirar todo el rato, dejas también de controlar cada pequeño gesto. Eso te permite entrar en el momento, tocar más relajado, con más emoción.
Por ejemplo: hay solos de guitarra que suenan mejor cuando no estás «vigilando» cada nota, cada técnica, cada cuerda: forzando mirar la mano izquierda y la derecha alternativamente, sino dejándote llevar por lo que percibes.
Ahora piensa en tu vida cotidiana y haz una conexión con la guitarra:
¿Cuándo has disfrutado más: cuando has intentado controlar todo… o cuando te has dejado llevar naturalmente?
4. Estar más cómodo (porque el cuerpo también toca)
Mirar al mástil constantemente acaba torciendo el cuello, tensando los hombros y cerrando el pecho. Y entonces parece que tocar cansa más de lo que debería.
Cuando levantas la cabeza, todo se recoloca.
Y eso se nota en el sonido, en la respiración… y en el feeling.
Piensa en esto:
¿Y si tocar mejor también fuera cuestión de moverse mejor?
5. Más seguridad… porque dependes menos
El que solo sabe tocar mirando… no sabe tocar del todo.
Porque en cuanto falta la luz, cambia el entorno o algo se mueve, empiezan los titubeos y la falta de concentración.
Tocar sin mirar entrena una confianza profunda.
Una estabilidad que no depende de las condiciones externas.
Reafirmas tu capacidad de evitar el fallo o de salir airoso de él, cuando ocurre.
Parece una contradicción, pero mira:
¿No sería genial tocar tranquilo… aunque no veas nada?
6. Conectar con los demás (porque tocar también es levantar la cabeza)
Cuando dejas de mirar tus manos, puedes levantar la cabeza. Y entonces ves al publico, a tus compañeros de banda, al batería que te hace una seña, al bajista que sonríe.
No estás solo. Estas tocando con otros y para otros.
En cambio, Si estás mirando al mastil todo el rato, te pierdes las entradas, las miradas, los
gestos.
Y si estas en un concierto, te pierdes algo realmente emocionante: la conexión con la gente Qu ha ido a verte tocar y la que, aunque no te conozca, podría disfrutar de una experiencia única.
No puedes compartir lo que tocas si estas encerrado en ti mismo.
Interioriza esto:
¿No te gustaría tocar tan seguro… que puedas mirar a los ojos a quien te escucha?
Y ahora… ¿no vas a tocar sin mirar?
No te digo que toques siempre sin mirar.
Que sirva para todas las ocasiones y que sea necesario para todos los estilos.
Pero sí te invito a que lo integres poco a poco en tu rutina.
Y que cuando empieces a sentir los beneficios de tocar sin mirar lo entrenes a conciencia, aunque sea un rato cada día.
Verás lo que pasa…
Recuerdo la primera vez que lo hice de verdad: me sentía inseguro… pero empecé a escuchar más. A soltar. A ser más natural: más yo mismo a través de mi guitarra.
A sentir que estaba empezando a ser ese guitarrista que yo también admiraría de verdad.
Todo esto lo trabajamos también en mis clases.
Y te aseguro que aporta mucho a quienes aprenden conmigo: no solo porque mejora tu técnica, sino porque —como te argumento en profundidad en el vídeo de abajo— te ayuda a sentir lo que tocas.
A experimentar de verdad lo que es tocar sin mirar… con guía, con práctica y con sentido.
Si quieres, puedes recibir este tipo de apoyo en mis Clases de guitarra, armonía y composición online.
Te dejo con el vídeo…