No se si te identificas o lo has sentido, o se lo has oído comentar a algún compañero de tu gremio o a alguien que conoces. El miedo a tocar en público es algo muy común y puede llegar a provocar que abandones la guitarra.
Realismo ante todo
Para que la cosa camine como es debido en el local de ensayo —y después en el directo—, es imprescindible que te lo curres en casa. Cuanto más mejor.
No existen muchas probabilidades de que hagas las cosas bien cuando tocas el repertorio en los ensayos si no vas con las tareas hechas. ¡Y mucho menos tocar relajado en directo!
Por otro lado, debes diseñar tus arreglos de guitarra —lo que vas a tocar en cada parte de las canciones— dejando a un lado tus deseos e ilusiones de futuro.
Eso ya llegará. Pero ahora tienes que ser realista.
Debes conocerte. Cómo te comportas y tomas decisiones en todos los ámbitos. Cómo gestionas tus emociones y encaras los posibles contratiempos.
En tres palabras… Saber quien eres.
Si lo que has escogido para tocar en cada una de las canciones del repertorio para los directos son historias que superan tus capacidades estando en en la tranquilidad de tu casa… ¡Imagina como va a ser la cosa delante del público!
La presión propia de cualquier directo: los estímulos de la gente, los pensamientos negativos, los posibles problemas técnicos o de sonido, la mala escucha, etc., con toda seguridad reducirán tus capacidades reales entre un 30% y un 50%.
Todo lo que te cueste tocar en casa lo tocarás peor en el ensayo, y con más razón en el directo. El secreto consiste en reducir tus posibilidades de error centrándose en dar lo que realmente dominas.
Es necesario repetir lo que ya sabes que funciona. En casa y en el local con la banda; mil veces.
Tocar el repertorio del directo todas las veces que puedas —tú por un lado y luego con la banda—, va a marcar una grandísima diferencia a la hora de exponerse y hacer tu trabajo delante de mucha gente.
Llega un momento que las partes fijas las haces casi en automático y te puedes centrar con mayor libertad en las improvisaciones. En ejecutar apropiadamente la técnica de los solos y en introducir ciertas variaciones que pueden adornar las partes fijas para hacerlas más interesantes y bellas.
Perdiendo el miedo a tocar en público
Es muy buena idea que, de vez en cuando, vaya gente a los ensayos a veros, para ir haciéndote con las sensaciones de lo que es tocar delante del público pero en petit comité. Y si es gente diferente cada vez, mejor.
Cuando llevas las tareas bien hechas, has sido realista al diseñar tus arreglos y has ido acostumbrándote poco a poco a tocar delante de «gente extraña» en los ensayos, el automático funciona como un motor bien engrasado. Es desde ahí cuando empiezas escuchar al resto de banda.
Ser consciente de toda la música que surge de todos los instrumentos en conjunto, en vez de escuchar solamente tus partes de guitarra (como haces habitualmente) es una sensación indescriptible. Tienes que vivirla.
En ese nuevo estado emocional, cuando llegan las improvisaciones (o los solos preparados, cosa que no es mala idea plantearse) las abordas desde otro punto: desde una seguridad que nace del trabajo previo y desde la relajación que te proporciona que el resto de las cosas fluyan.
Aun así, siempre habrá nervios y fallos, pero los aceptas como parte de la diversión. Aprendes a erradicar el perfeccionismo venenoso que en general tenemos los guitarristas (no todos jajaja) y disfrutar de las canciones y del momento, del escenario y de la gente que te ve tocar.
Tocar en directo deja de ser una competición contra ti mismo, y contra los jueces inventados para convertirse en una experiencia de generosidad
Tocas para tu disfrute y, lo más asombroso, la gente que te va ver ya no es el problema sino parte de la motivación.